La regata de AritzakunAritzakun y Urritzate son dos pequeños valles del noroeste de Baztan. A los valores ambientales de su entorno, se une el misterio de algunos de sus rincones, como la cueva de la Santa (Harpeko saindua), o las legendarias minas de oro explotadas supuestamente por los romanos.
LA SANTA
Debido quizás a su relativo aislamiento, los valles de Aritzakun y Urritzate han conservado antiguas creencias y formas de vida ligadas a la cultura del vasco rural de las montañas. Algunas de ellas están ligadas a la cueva de Harpeko Saindua (la Santa que cura). Esta se encuentra en la ladera sur de las peñas de Itsusi, y alberga en su interior una estalactita que rezuma agua. A este viscoso ídolo, se le atribuyen propiedades curativas, sobre todo, de eccemas y otras afecciones de la piel. De hecho, la entrada de la gruta está llena de exvotos (pañuelos, vendas, boinas, y otras prendas) que según manda la tradición han sido abandonadas allí por sus dueños, después de haberlas mantenido en contacto con la zona afectada.
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TEXTO: JOSÉ A. PERALES FOTOS: JOSÉ A. PERALES
Aritzakun es uno de esos lugares perdidos en el paisaje boscoso del valle de Baztan. Para llegar hasta allí desde Elizondo, lo mejor es coger un desvío en el puerto de Otsondo, y seguir la carretera de los americanos, hasta el collado de Itzulegi, donde se abre a la izquierda la pista que desciende hasta el fondo de la regata. Hoy está prohibido el paso con vehículo a todas las personas ajenas a este lugar. Pero hay varias rutas montañeras, que permiten al visitante recorrer a pie los interesantes paisajes de este insólito rincón de Navarra. Dos reservas naturales
Uno de los puntos más frecuentados de Aritzakun es hoy el monte Irubetakaskoa. Conocido también con el nombre de Alkaxuri, este pico de 955 metros de altitud alberga en una de sus laderas una aliseda natural muy rara en esta zona geográfica, razón por la cual fue declarado reserva natural.
Irubetakaskoa forma parte en realidad de un cordal montañoso en el que destacan también los altos de Ezkieta, Gorramakil (1080) y Gorramendi (1.070 m.), donde estuvo la base de los americanos. En la otra ladera del valle (norte) despuntan también las cumbres de Lizartzu (793 m.), Iguzkimendi (844 m.) y las Peñas de Itsusi (620 m.). En estas últimas, declaradas también reserva natural, hay una colonia importante de buitres leonados, los cuales conviven en el entorno con otras especies rupícolas (alimoches, cernícalos vulgares, halcones peregrinos, roqueros, etc…)
Al valor ambiental de estos dos espacios protegidos, se une la importancia de los bosques que rodean las regatas de Artizakun y Urritzate. Según dice Gregorio Oyaregui, ingeniero de montes del Gobierno de Navarra, el bosque de Aritzakun destaca hoy además por encontrarse en él la mayor colección de clones de castaño de Europa. «Desde hace 30 años, se realizan aquí continuos seguimientos para obtener ejemplares tolerantes a la tinta y el chancro, que son las dos enfermedades principales que afectan al castaño», dice Oyaregui. Además, estos valles tienen otros valores que han llevado a incluirlos en el catálogo de lugares de interés comunitario (LIC). «En las partes altas dominan las hayas, y en el fondo del valle, encontramos el típico bosque mixto atlántico, con presencia de castaños, cerezos, fresnos, robles...» Precisamente, son estos últimos los que otorgan el nombre a la regata de Aritzakun (el topónimo deriva de las palabras vascas «haritz» y «gun (e)»: sitio de robles).
Minas de oro
Aunque hoy ha quedado como un espacio marginal, Aritzakun tuvo antaño mayor importancia que ahora. Hace varios siglos, pasaba por aquí una calzada que unía los actuales pueblos de Arizkun y Erratzu con Bidarrai (Francia) por las faldas del Gorramendi. También quedan restos de una explotación minera, que suele atribuirse a los romanos. La tradición insiste en que se trataba de un yacimiento de oro. De hecho, hay varias leyendas que afirman la existencia de pequeños cursos de agua con arenillas auríferas. Este es el caso de la fuente de Urreputzu. También se dice que este manantial próximo al núcleo de Zelaia, está guardada por lamias (seres mitológicos, mitad mujer y mitad pez que seducen a los hombres, antes de echarlos a perder).
En este viejo camino que conduce a Bidarrai hay también otros lugares mágicos, aureolados de leyendas. La mayoría guardan relación con ese límite cambiante y obsesivo que ha sido para los habitantes de Baztán la frontera hispano francesa. Cerca del barrio de Zelaia, en el centro de Aritzakun, se encuentra el puente de Lamiarrieta; y más abajo, en las proximidades de Bidarrai está el puente del Infierno (Infernuko zubia). Cuenta la tradición que el diablo se arrojó por este último cuando se dio cuenta de que nunca sería capaz de hablar el euskera. También es célebre la leyenda de Urbakura, donde se juntan las regatas de Aritzakun y Urritzate. Aquí, apareció la figura de San Miguel sin cabeza. La habían robado unos ladrones vascofranceses, y al retirarse hacia el vecino país, el patrón de las montañas de Navarra no quiso cruzar la frontera, y se quedó a este lado.
Urritzate
La regata de Aritzakun está vinculada vecino vallecito de Urritzate. Ambos forman parte de un mismo espacio ecológico, dividido por el monte Gorramendi. Este último ejerce de barrera entre las dos regatas, las cuales se juntan en el paraje fronterizo de Urbakura, para encontrarse con el río Nive, ya en terreno francés.
Hasta hace tres décadas, uno y otro valle estuvieron relativamente poblados. «Entonces en Aritzakun había más de 20 caseríos habitados, y en Urritzate unos 18», dice Juan Marisko, 72 años, dueño del caserío Bidegorrieta. «Ahora en cambio, fijos en Urritzate solo quedamos nosotros»
Según dice Marisko, uno de los problemas principales de esta zona ha sido la falta de servicios. «Hasta el año pasado, estábamos sin agua y sin luz. Y así hemos vivido siempre. Ahora, gracias a las ayudas del Gobierno de Navarra, hemos puesto unas placas solares y un molino de viento, y ya tenemos electricidad. Pero antes, de noche, todo lo hacíamos a oscuras, o a la luz del camping-gas».
Cuando Juan se casó, no había pistas, ni tampoco tenía coche como ahora. Por eso, los domingos, la familia se levantaba a las cuatro de la madrugada para ir a misa a Erratzu. «También a las escuela íbamos allí. Entonces, viajábamos todavía en burro, y con farol», añade su hijo Antonio Marisko, de 42 años. «Salíamos el lunes, y nos quedábamos toda la semana».
Hoy, las cosas han mejorado. Desde hace 17 años, hay una pista que conduce al caserío, y la familia de Juan Marisko -la mujer y dos hijos varones, «la chica vive en Erratzu», dice) puede ir a comprar a Elizondo por la carretera de Otsondo ( unos 35 kilómetros). A pesar de ello, en este fondo de saco que son los valles de Aritzakun y Urritzate el despoblamiento parece irreversible. «En los últimos diez años, hay algunas personas de fuera (principalmente guipuzcoanos) que han comprado y rehabilitado algunos de estos viejos caseríos. Los turistas franceses también suelen venir a comer a las ventas del entorno». Sin embargo, estos enamorados de Aritzakun y Urritzate solo vienen el sábado o el domingo. El resto de la semana, sobre todo en invierno, los Marisko quedan solos en el valle, en compañía del ganado, y de los buitres que sobrevuelan la boca del desfiladero.